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sábado, 14 de abril de 2018

"Francisco pede perdão às vítimas de Barros: “Incorri em graves erros de avaliação e percepção”

08_02_juan_barros_foto_catholic_news_service.jpg“Incorri em graves erros de avaliação e percepção da situação, especialmente por falta de informações verdadeiras e equilibradas. E desde já peço perdão a todos aqueles que ofendi”. De forma direta, Francisco pediu perdão às vítimas de Karadima e Barros, convocando os bispos chilenos a Roma “para reparar o que for possível no escândalo e restabelecer a justiça” diante de um escândalo que causou em Bergoglio “dor e vergonha”. Estas são as chaves da carta que Francisco enviou aos bispos do Chile após receber os resultados da investigação realizada por Charles J. Scicluna e Jordi Bertomeu, para analisar os abusos de menores na Igreja do país. Um trabalho árduo, de mais de 2.300 páginas, que fez Francisco admitir que a confiança na Igreja do país foi “quebrada por nossos erros e pecados”.
Após agradecer aos investigadores “por seu ingente trabalho de escuta serena e empática dos 64 testemunhos que recentemente recolheram em Nova York e Santiago do Chile”, o Papa confessa como tanto Scicluna como Bertomeu “reconheceram que se sentiram oprimidos pela dor de tantas vítimas de graves abusos de consciência e de poder e, em particular, dos abusos sexuais cometidos por várias pessoas consagradas de seu país contra menores, aos quais se negou fora de hora e inclusive roubou a inocência”.
Após uma leitura das atas, diz Bergoglio, “creio poder afirmar que todos os testemunhos coletados falam de modo nu e cru, sem aditivos ou adoçantes, de muitas vidas crucificadas, e confesso que isso me causa dor e vergonha”.
Por isso, pede aos bispos chilenos “colaboração e ajuda no discernimento das medidas que devem ser adotadas a curto, médio e longo prazo para restabelecer a comunhão eclesial no Chile, com o objetivo de reparar o que for possível no escândalo e restabelecer a justiça”.
“Quero convocá-los a Roma para dialogar sobre as conclusões da mencionada visita [de Scicluna] e minhas conclusões”. Um encontro que será “fraterno, sem preconceitos ou ideias preconcebidas, com o único objetivo de fazer resplandecer a verdade em nossas vidas”, e que deseja que aconteça o mais rápido possível.
“No que me diz respeito, reconheço e assim quero que o transmitam fielmente, que cometi graves erros de avaliação e percepção da situação, especialmente por falta de informações verdadeiras e equilibradas. E desde já peço perdão a todos aqueles que ofendi e espero poder fazer isso pessoalmente, nas próximas semanas, nas reuniões que terei com os representantes das pessoas entrevistadas”, escreve Francisco. Algumas fontes dizem que o Papa já convidou Hamilton, Cruz e Murillo ao Vaticano para pedir-lhes perdão pública e diretamente.
“Talvez seja também oportuno colocar a Igreja do Chile em estado de oração”, indica o Papa, que pede que “não podemos cair novamente na tentação da verborragia ou de permanecer nos ‘universais’”.
A seguir publicamos a íntegra da carta em espanhol e também na versão brasileira.
Eis a carta no original espanhol.
A los Señores Obispos de Chile.
Queridos hermanos en el episcopado:
La recepción durante la semana pasada de los últimos documentos que completan el informe que me entregaron mis dos enviados especiales a Chile el 20 de marzo de 2018, con un total de más de 2.300 folios, me mueve a escribirles esta carta. Les aseguro mi oración y quiero compartir con Ustedes la convicción de que las dificultades presentes son también una ocasión para restablecer la confianza en la Iglesia, confianza rota por nuestros errores y pecados y para sanar unas heridas que no dejan de sangrar en el conjunto de la sociedad chilena.
Sin la fe y sin la oración, la fraternidad es imposible. Por ello, en este 2º domingo de Pascua, en el día de la misericordia, les ofrezco esta reflexión con el deseo de que cada uno de Ustedes me acompañe en el itinerario interior que estoy recorriendo en las últimas semanas, a fin de que sea el Espíritu quien nos guíe con su don y no nuestros intereses o, peor aún, nuestro orgullo herido.A veces cuando tales males nos arrugan el alma y nos arrojan al mundo flojos, asustados y abroquelados en nuestros cómodos "palacios de invierno", el amor de Dios sale a nuestro encuentro y purifica nuestras intenciones para amar como hombres libres, maduros y críticos. Cuando los medios de comunicación nos avergüenzan presentando una Iglesia casi siempre en novilunio, privada de la luz del Sol de justicia (S. Ambrosio, Hexameron IV, 8, 32) y tenemos la tentación de dudar de la victoria pascual del Resucitado, creo que como Santo Tomás no debemos temer la duda (Jn 20, 25), sino temer la pretensión de querer ver sin fiarnos del testimonio de aquellos que escucharon de los labios del Señor la promesa más hermosa (Mt 28, 20).
Hoy les quiero hablar no de seguridades, sino de lo único que el Señor nos ofrece experimentar cada día: la alegría, la paz el perdón de nuestros pecados y la acción de Su gracia.
Al respecto, quiero manifestar mi gratitud a S.E. Mons. Charles Scicluna, Arzobispo de Malta, y al Rev. Jordi Bertomeu Farnós, oficial de la Congregación para la Doctrina de la Fe, por su ingente labor de escucha serena y empática de los 64 testimonios que recogieron recientemente tanto en Nueva York como en Santiago de Chile. Les envié a escuchar desde el corazón y con humildad. Posteriormente, cuando me entregaron el informe y, en particular, su valoración jurídica y pastoral de la información recogida, reconocieron ante mí haberse sentido abrumados por el dolor de tantas víctimas de graves abusos de conciencia y de poder y, en particular, de los abusos sexuales cometidos por diversos consagrados de vuestro País contra menores de edad, aquellos a los que se les negó a destiempo e incluso les robaron la inocencia.
El mismo más sentido y cordial agradecimiento lo debemos expresar como pastores a los que con honestidad, valentía y sentido de Iglesia solicitaron un encuentro con mis enviados y les mostraron las heridas de su alma. Mons. Scicluna y el Rev. Bertomeu me han referido cómo algunos obispos, sacerdotes, diáconos, laicos y laicas de Santiago y Osorno acudieron a la parroquia Holy Name de Nueva York o a la sede de Sotero Sanz, en Providencia, con una madurez, respeto y amabilidad que sobrecogían.
Por otra parte, los días posteriores a dicha misión especial han sido testigos de otro hecho meritorio que deberíamos tener bien presente para otras ocasiones, pues no solo se ha mantenido el clima de confidencialidad alcanzado durante la Visita, sino que en ningún momento se ha cedido a la tentación de convertir esta delicada misión en un circo mediático. Al respecto, quiero agradecer a las diferentes organizaciones y medios de comunicación su profesionalidad al tratar este caso tan delicado, respetando el derecho de los ciudadanos a la información y la buena fama de los declarantes.
Ahora, tras una lectura pausada de las actas de dicha "misión especial", creo poder afirmar que todos los testimonios recogidos en ellas hablan en modo descarnado, sin aditivos ni edulcorantes, de muchas vidas crucificadas y les confieso que ello me causa dolor y vergüenza.
Teniendo en cuenta todo esto les escribo a Ustedes, reunidos en la 115ª asamblea plenaria, para solicitar humildemente Vuestra colaboración y asistencia en el discernimiento de las medidas que a corto, medio y largo plazo deberán ser adoptadas para restablecer la comunión eclesial en Chile, con el objetivo de reparar en lo posible el escándalo y restablecer la justicia.
Pienso convocarlos a Roma para dialogar sobre las conclusiones de la mencionada visita y mis conclusiones. He pensado en dicho encuentro como en un momento fraternal, sin prejuicios ni ideas preconcebidas, con el solo objetivo de hacer resplandecer la verdad en nuestras vidas. Sobre la fecha encomiendo al Secretario de la Conferencia Episcopal hacerme llegar las posibilidades.
En lo que me toca, reconozco y así quiero que lo transmitan fielmente, que he incurrido en graves equivocaciones de valoración y percepción de la situación, especialmente por falta de información veraz y equilibrada. Ya desde ahora pido perdón a todos aquellos a los que ofendí y espero poder hacerlo personalmente, en las próximas semanas, en las reuniones que tendré con representantes de las personas entrevistadas.
Permaneced en mí (Jn 15,4): estas palabras del Señor resuenan una y otra vez en estos días. Hablan de relaciones personales, de comunión, de fraternidad que atrae y convoca. Unidos a Cristo como los sarmientos a la vid, los invito a injertar en vuestra oración de los próximos días una magnanimidad que nos prepare para el mencionado encuentro y que luego permita traducir en hechos concretos lo que habremos reflexionado. Quizás incluso también sería oportuno poner a la Iglesia de Chile en estado de oración. Ahora más que nunca no podemos volver a caer en la tentación de la verborrea o de quedarnos en los "universales".
Estos días, miremos a Cristo. Miremos su vida y sus gestos, especialmente cuando se muestra compasivo y misericordioso con los que han errado. Amemos en la verdad, pidamos la sabiduría del corazón y dejémonos convertir.
A la espera de Vuestras noticias y rogando a S.E. Mons. Santiago Silva Retamales, Presidente de la Conferencia Episcopal de Chile, que publique la presente con la mayor celeridad posible, les imparto mi bendición y les pido por favor que no dejen de rezar por mí.
Vaticano, 8 de abril de 2018
FRANCISCO
Eis a carta na versão brasileira.
Aos Senhores Bispos do Chile.
Queridos Irmãos no Episcopado:
A recepção, durante a última semana, dos últimos documentos que completam o relatório que me entregaram meus dois enviados especiais ao Chile em 20 de março de 2018, com um total de mais de 2.300 páginas, move-me a escrever esta carta. Asseguro-lhes a minha oração e quero partilhar com vocês a convicção de que as dificuldades presentes são também uma oportunidade para restabelecer a confiança na Igreja, confiança quebrada pelos nossos erros e pecados, e para sanar feridas que não param de sangrar em toda a sociedade chilena.
Sem a fé e a oração, a fraternidade é impossível. Portanto, neste segundo domingo da Páscoa, no dia da misericórdia, ofereço-lhes esta reflexão com o desejo de que cada um de vocês me acompanhe na caminhada interior que estou fazendo nas últimas semanas, para que possa ser o Espírito que nos guia com o seu dom e não os nossos interesses ou, pior ainda, o nosso orgulho ferido.
Às vezes, quando tais males enrugam a nossa alma e nos jogam no mundo temerosos, assustados e protegidos em nossos confortáveis ‘palácios de inverno’, o amor de Deus vem ao nosso encontro e purifica as nossas intenções para amar como homens livres, maduros e críticos. Quando os meios de comunicação nos envergonham apresentando uma Igreja quase sempre em lua nova, privada da luz do Sol da justiça (Santo Ambrósio, Hexameron IV, 8, 32) e somos tentados a duvidar da vitória pascal do Ressuscitado, creio que, assim como São Tomé, não devemos ter medo da dúvida (Jo 20, 25), mas da pretensão de querer ver sem confiar no testemunho daqueles que ouviram dos lábios do Senhor a promessa mais bela (Mt 28, 20).
Hoje, quero falar-lhes não sobre seguranças, mas sobre a única coisa que o Senhor nos oferece para experimentar cada dia: a alegria, a paz, o perdão dos nossos pecados e a ação da Sua graça.
Neste sentido, gostaria de manifestar a minha gratidão a Sua Excelência Dom Charles Scicluna, arcebispo de Malta, e ao Rev. Jordi Bertomeu Farnós, oficial da Congregação para a Doutrina da Fé, por seu ingente trabalho de escuta serena e empática dos 64 testemunhos que recentemente recolheram em Nova York e Santiago do Chile. Eu os enviei para ouvir com o coração e com humildade. Posteriormente, quando me entregaram o relatório e, em particular, sua avaliação jurídica e pastoral das informações recolhidas, admitiram que se sentiram oprimidos pela dor de tantas vítimas de graves abusos de consciência e de poder e, em particular, dos abusos sexuais cometidos por várias pessoas consagradas de seu país contra menores, aos quais se negou fora de hora e inclusive lhes roubou a inocência.
O mesmo mais sentido e cordial agradecimento devemos expressar como pastores àqueles que, com honestidade, coragem e sentido de Igreja, solicitaram um encontro com meus enviados e mostraram-lhes as feridas de suas almas. Dom Scicluna e o Rev. Bertomeu me contaram como alguns bispos, sacerdotes, diáconos, leigos e leigas de Santiago e Osorno foram à Paróquia Holy Name de Nova York ou à sede de Sotero Sanz, em Providencia, com comovente maturidade, respeito e amabilidade.
Por outro lado, os dias subsequentes a essa missão especial foram testemunhas de outro acontecimento meritório que deveríamos ter bem presente em outras ocasiões, já que não se manteve apenas o clima de confidencialidade alcançado durante a Visita, mas que em nenhum momento se cedeu à tentação de transformar essa delicada missão em um circo midiático. A este respeito, quero agradecer às diversas organizações e meios de comunicação pelo seu profissionalismo em lidar com este caso tão delicado, respeitando o direito dos cidadãos à informação e a boa fama dos declarantes.
Agora, depois da leitura pausada das atas desta ‘missão especial’, creio poder afirmar que todos os testemunhos coletados falam de modo nu e cru, sem aditivos ou adoçantes, de muitas vidas crucificadas, e confesso que isso me causa dor e vergonha.
Tendo em mente tudo isso, escrevo a vocês, reunidos na 115ª assembleia plenária, para solicitar humildemente sua colaboração e ajuda no discernimento das medidas que devem ser adotadas a curto, médio e longo prazo para restabelecer a comunhão eclesial no Chile, com o objetivo de reparar o que for possível no escândalo e restabelecer a justiça.
Penso em chamá-los a Roma para dialogar sobre as conclusões da mencionada visita [de Scicluna] e minhas conclusões. Pensei nesse encontro como um momento fraterno, sem preconceitos ou ideias preconcebidas, com o único objetivo de fazer resplandecer a verdade em nossas vidas. Sobre a data, encomendo ao Secretário da Conferência Episcopal fazer-me chegar as possibilidades.
No que me diz respeito, reconheço e assim quero que o transmitam fielmente, que cometi graves erros de avaliação e percepção da situação, especialmente por falta de informações verdadeiras e equilibradas. E desde já peço perdão a todos aqueles que ofendi e espero poder fazer isso pessoalmente, nas próximas semanas, nas reuniões que terei com os representantes das pessoas entrevistadas.
“Permanecei em mim” (Jo 15, 4): estas palavras do Senhor ressoam repetidas vezes nestes dias. Falam de relações pessoais, de comunhão, de fraternidade que atrai e convoca. Unidos a Cristo como os ramos à videira, convido-os a enxertar em suas orações dos próximos dias uma magnanimidade que nos prepare para o mencionado encontro e que depois nos permita traduzir em fatos concretos o que tivermos refletido.
Talvez seja também oportuno colocar a Igreja do Chile em estado de oração. Agora, mais do que nunca, não podemos cair novamente na tentação da verborragia ou de permanecer nos “universais”. Nestes dias, olhemos para Cristo. Contemplemos sua vida e seus gestos, especialmente quando se mostra compassivo e misericordioso com aqueles que erraram. Amemos de verdade, peçamos a sabedoria do coração e deixemo-nos converter.
Enquanto aguardo suas notícias e rogando a Sua Excelência Dom Santiago Silva Retamales, presidente da Conferência dos Bispos do Chile, que publique a presente com a maior celeridade possível, concedo-lhes minha bênção e peço-lhes, por favor, que não deixem de rezar por mim.
Vaticano, 8 de abril de 2018.
FRANCISCO
A reportagem é de Jesús Bastante, publicada por Religión Digital e Caminho Político. A tradução é de André Langer.

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